8 may 2012

Que engañados vivimos

Vivimos un momento extremadamente difícil. Después de que nos han vendido con elocuencia y buen marketing que nuestra felicidad consistía en la búsqueda del estado de bienestar, nos damos de bruces con una realidad muy dura. De repente todo está prohibido para los que no somos ricos. Ya no se puede comprar un piso, conducir un coche o simplemente ir al cine. Ahora debemos consumir marcas blancas y dejar incluso de comer para llegar a final de mes. No se puede estar enfermo, ni pensar en que cuando seamos mayores y no podamos valernos por nosotros mismos el Estado nos pueda echar un cable a pesar de que toda nuestra vida hemos cotizado para ello. Es más, parece que ahora, los que hemos intentado alcanzar esa felicidad tal como nos han enseñado y casi obligado, somos los culpables de la crisis. Parece que somos los causantes de los recortes (dicen necesarios) en servicios sociales, sanidad y educación, así como en los continuos incrementos de gastos que el Estado nos viene imponiendo a las familias una y otra vez, tanto de manera directa como indirecta vía impuestos o vía incremento de costes en servicios públicos y bienes de primera necesidad, suministros y todo lo que supone simplemente existir.




Vivíamos engañados. Pensábamos que destinar un 20%, un 30% o más de nuestros sueldo al Estado era un precio justo por disponer de una contraprestación adecuada. Si teníamos la desgracia de una enfermedad, caer en el paro o simplemente para no estar desprotegidos cuando fuésemos mayores, ese dinero que estábamos ahorrando en la hucha del Estado nos iba a recompensar para ayudarnos en los malos momentos. El ahorro de muchos puesto en las manos expertas, sabias y honradas de papá Estado iba a conseguir las mejores prestaciones. Era un engaño, como todo lo que vemos cada día. Ahora nos dicen que ese dinero que pagamos es insuficiente, que "no da". Pero hay que seguir pagándolo, y ahora más todavía. No es algo voluntario, es algo impuesto. Y tampoco podemos decidir en qué se tiene que usar. Tenemos que ver impasibles cómo se usan nuestros ahorros para inyectar dinero a fondo perdido en empresas que por su mala gestión nos han llevado a la ruina. ¡Y no protestes!


Porque el dinero que se está regalando a los bancos es nuestro dinero, ese porcentaje que cada mes nos descuentan de nuestro sueldo y nos priva de vivir mejor o simplemente subsistir en muchos casos, es para malgastarlo en bancos quebrados, publicidad inútil y engañosa y miles de cosas que ni nos enteramos. Pero los primeros que tenemos que sufrir el apretón del cinturón somos los de siempre, mientras los sinvergüenzas que han hundido grandes empresas o países o comunidades o ayuntamientos, etc, salen en canoa huntados de dinero para vivir como reyes.


Vivimos engañados continuamente. Creemos o nos hacen creer que somos libres, pero no es así. Creemos que vivimos en un sistema perfecto, que tenemos la sartén por el mango porque elegimos a los que nos gobiernan, pero es una sibilina forma de dominarnos y acallarnos en nuestra protesta. ¡Ah, tú lo votaste!. Ya, pero es que si votas a alguien y luego le da la vuelta a su programa como u calcetín y hace todo lo contrario de lo prometido no pasa nada. Eso está permitido. Pues es un engaño, un fraude.


Y me pregunto por qué los recortes se hacen sobre necesidades básicas. Me pregunto por qué se recorta en sanidad y educación y no en defensa o en reducir el número de ministerios, diputados o senadores, por ejemplo. ¿No será que se está aprovechando las circunstancias para que los que tienen poder y dinero amplíen su diferencial con los menos favorecidos? ¿No se querrá recortar a base de eliminar gente? los más necesitados o débiles, tanto física como económicamente. ¿no será que de una forma "civilizada" están eliminando gente?


Que vuelva Robin Hood por favor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario