14 nov 2014

Una casa en el cielo

Desde hace ya un tiempo me veo obligado, igual que otros compañeros expatriados, a viajar con frecuencia casi semanal. Es necesario para mantener los vínculos con familia y seres queridos el "pequeño" sacrificio de surcar tierra y aire constantemente. Se llega a ser un experto en capturar las mejores ofertas y se acaban conociendo esos pequeños trucos o manías que te da la experiencia. 
Cuando la frecuencia en los viajes se hace casi semanal uno llega a sentir casi esa sensación cercana a la de entrar por la puerta de casa cuando se ocupa por fin el asiento del avion o del tren. No deja de ser un cierto síndrome del errante, porque se acaba acostumbrando la mente de tal forma que parece que esa pequeño espacio en el cielo o en las vías son casi una segunda vivienda accidental. Pero qué incómoda.

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