Soy un defensor convencido de la individualidad. Mi religión soy yo mismo y mi autovaloración, mi propia moral. Esa moral la alimentan mis ideas, dudas, razonamientos, sentimientos, temores, deseos, reflexiones... Me crié en un colegio religioso. He vivido rodeado de familiares más o menos devotos. Estudié la carrera en una universidad religiosa. Y no han conseguido adherirme a su causa. Realmente desarrollaron una respuesta de rechazo en mí, y no porque el fondo, el contenido profundo lo rechace o lo descarte, sino precisamente por la propia religión. Soy un ser de espíritu rebelde y que no se conforma con que los demás piensen por mí, ni mucho menos en temas que mi mente no comparte. No creo en ninguna religión como tal, puesto que pienso que si existe Dios o algún ser supremo que nos ame, su amor, tan limpio y puro, no puede alimentarse de de la idolatría de la gente. No puedo concebir un ser supremo que necesite que me arrodille ante él y le haga reverencias o sacrificios. Pienso que sería una gran incongruencia. Y menos aún que si nos ha creado, nos pueda poner a prueba para castigarnos. ¿Acaso es un juego donde la diversión consiste en saber a quien castigo eternamente?.
Pero la religión... eso no lo acepto ni lo aceptaré. Sobre todo con el rastro de maldades, avaricias, injusticias y crueldades que se han cometido en su nombre y en su defensa. Sobre todo cuando se mata por ello y cuando busca en realidad en su cúpula la posibilidad de hacerse con el poder y someter a los demás. Y no me refiero en concreto a la religión católica sino a todas sin excepción. Aunque reconozco que no las conozco todas.
La visita del Papa la veo más como un fenómeno social. No puedo concebirlo de otra forma. Veo por la tele a la gente que ha asistido y tengo una mezcla de sensaciones y valoraciones que me viene irremediablemente: risa, asombro, pena, rechazo... No comparto para nada el comportamiento de esa gente, pero evidentemente la respeto porque mi propia religión me dicta la norma de ser respetuoso y aceptar la manera de pensar de todo el mundo, sin otro límite que el daño a los demás. Aparentemente han disfrutado, se han sentido realizados y ha sido una experiencia que les ha llenado. Me alegro por ellos y les felicito por tener la suerte de sentir de esa manera. Pero no comparto ni su entusiasmo ni sus ideas. Y me parecen ridículas sus manifestaciones públicas y sus sonrisas de mentes planas y lavadas a las que parece darles igual que les parta un rayo si ven en persona al Papa. Para mí no se alejan mucho de cualquier integrante de una secta que pueda ser denostada públicamente, y sinceramente me dan pena porque no parecen pensar por sí mismos. Y quizás me da miedo, porque veo que hay mucha gente, y mucha gente además joven, que es capaz de seguir a ciegas cualquier norma que se les imponga por estúpida, injusta y dañina que sea, si es en defensa de la religión. Y me da miedo porque veo que no se ha avanzado demasiado respecto a otros siglos donde se mataba y torturaba ciegamente en nombre de la fe.
Ya no entro en el coste económico ni expongo el razonamiento fácil y quizás demagógico de que hubiera sido más cristiano repartir el dinero gastado en toda la gente que lo necesita... aunque no puedo evitar pensarlo...